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Cuando hablamos de soneros de la vieja escuela, que quedan muy pocos, surge un nombre: Miguel Barcasnegras Meñique, uno de los grandes de la música caribeña, quien a punto de cumplir 75 años de edad y 60 en la tarima, sigue en activo ofreciendo conciertos y grabando discos en una etapa de su vida en que “debería estar cuidando a mis nietos”, dice en entrevista.
Auténtica leyenda viviente del universo salsero, el menudito cantante, que a su estatura física debe el sobrenombre artístico y a su talento ser considerado “gigante del canto sonero”, llegó a México casi a hurtadillas para presentarse, primero, en el Congreso de la Salsa de Acapulco (27 al 30 de noviembre) y después, la noche del sábado, en el Distrito Federal en el salón La Maraka.
En ambas ocasiones, Meñique dio muestra de vitalidad, prestancia musical y de cómo se puede ser sonero sin morir en el intento. De ahí que sea uno de los más importantes referentes del quehacer musical caribeño. Para lo jóvenes leones de la salsa, como Víctor Manuel, Domingo Quiñones o Gilberto Santa Rosa, es un maestrazo, que ha cubierto seis décadas con su voz bregando en los diferentes estilos de son, salsa, jazz latino y los géneros afroboricuas.
Están también los testimonios de Kako Bastar, Tito Puente, Charlie Palmieri o Willie Rosario, directores de orquestas en las que este pequeñín participó gloriosamente. “Incontenible”, dijo Bastar al referirse a su fuerza escénica. “Es un bárbaro improvisando”, apuntó Mr. Afinque. “Tiene una voz muy afinada, moneo fresco y excelente dicción”, calificó Palmieri.
“¿Meñique?”, preguntaba Tito Puente, al tiempo que respondía: “Tan chiquitín que los bravos de la rumba no sabían en un principio si debían tratarlo con respeto o verlo como cosa de risa. Bueno, pues ese chiquitín se impuso de manera tal que ahora se le ve como gigante”.
La de Meñique es la historia de muchos de los buenos de la salsa: de carencias económicas, lucha y sufrimiento, en la que se avanza gracias al talento.
De cuna humilde y familia numerosa (es el sexto de 14 hermanos), Meñique vio la luz el 30 de diciembre de 1933 en Panamá. Empezó a ejercer su carrera en orquestas locales hasta ser “descubierto” por el puertorriqueño Kako Bastar, timbalero y director de un trabuco que había acompañado a Ismael Rivera y Héctor Lavoe en sus inicios, quien le lleva Nueva York. Era el momento preciso. En 1968 empezaba a florecer el fenómeno salsero en la Gran Manzana. Meñique fue pieza clave en su desarrollo. Su diminuta figura, elegancia al vestir, timbre de voz y grandes dotes para el soneo pronto llamaron la atención de directores de orquestas como Tito Puente que le atrajo a su big band.
Con el rey del timbal estuvo alrededor de seis años, en los que grabó, entre otros álbumes, Pa’ lante, Long live the king y Pa’ los rumberos, en el que se incluye el tema Niña y señora, que se convirtió en una especie de insignia que lo acompaña por doquier.
En medio de bailes, rumbones y todo el ambiente salsero neoyorquino, Meñique sobresalió participando, además de los arriba mencionados, con personalidades del son y la salsa, tales como Arsenio Rodríguez, el Conjunto Chaney de Puerto Rico, la orquesta Cubavana del timbalero Papo Colón, la Orquesta Tropical de Chicago, la Tico Alegre All Star, Santos Colón, Orquesta de Larry Harlow, el proyecto Noche caliente de Cotique Records, Pleneros de la 21… hasta formar su propia orquesta con Archie Pereira, con quien produjo el clásico Meñique en blanco y negro.
Pero su palmarés no termina ahí, con 30 producciones discográficas en la que su voz es la voz líder, se le adjuntan participaciones como corista en estudio de muchos proyectos y cantantes: El Sexteto de Joe Cuba, Tito Rodríguez, Celia Cruz, La Lupe, Soraida, La Protesta de Tony Pavón, Tito Allen, Ray Barreto... En esas participaciones corales ha estado acompañado por cantantes de la talla de Héctor Lavoe, Vitín Avilés, Adalberto Santiago, Justo Betancourt, Santos Colon y Yayo El Indio.
No es difícil darse cuenta del enorme valor que este personaje tiene en la salsa. La fuerza y energía que a su edad muestra en el escenario son proverbiales. El hombre tiene “combustible” para seguir bregando y lo notamos el sábado en La Maraka. Hizo hora y media de salsa brava, en la que recreó, acompañado por la orquesta mexicana La Revelación, que considera a la altura de las mejores del mundo, sus grandes éxitos: Con salsa y sabor, La cuesta de la fama… y la inevitable Niña y señora.
En la charla que sostuvimos en el camerino nos presumió sus trabajos más recientes: Meñique Sonero añejo (2003) y Meñique con salsa y sabor (2007).
Auténtica leyenda viviente del universo salsero, el menudito cantante, que a su estatura física debe el sobrenombre artístico y a su talento ser considerado “gigante del canto sonero”, llegó a México casi a hurtadillas para presentarse, primero, en el Congreso de la Salsa de Acapulco (27 al 30 de noviembre) y después, la noche del sábado, en el Distrito Federal en el salón La Maraka.
En ambas ocasiones, Meñique dio muestra de vitalidad, prestancia musical y de cómo se puede ser sonero sin morir en el intento. De ahí que sea uno de los más importantes referentes del quehacer musical caribeño. Para lo jóvenes leones de la salsa, como Víctor Manuel, Domingo Quiñones o Gilberto Santa Rosa, es un maestrazo, que ha cubierto seis décadas con su voz bregando en los diferentes estilos de son, salsa, jazz latino y los géneros afroboricuas.
Están también los testimonios de Kako Bastar, Tito Puente, Charlie Palmieri o Willie Rosario, directores de orquestas en las que este pequeñín participó gloriosamente. “Incontenible”, dijo Bastar al referirse a su fuerza escénica. “Es un bárbaro improvisando”, apuntó Mr. Afinque. “Tiene una voz muy afinada, moneo fresco y excelente dicción”, calificó Palmieri.
“¿Meñique?”, preguntaba Tito Puente, al tiempo que respondía: “Tan chiquitín que los bravos de la rumba no sabían en un principio si debían tratarlo con respeto o verlo como cosa de risa. Bueno, pues ese chiquitín se impuso de manera tal que ahora se le ve como gigante”.
La de Meñique es la historia de muchos de los buenos de la salsa: de carencias económicas, lucha y sufrimiento, en la que se avanza gracias al talento.
De cuna humilde y familia numerosa (es el sexto de 14 hermanos), Meñique vio la luz el 30 de diciembre de 1933 en Panamá. Empezó a ejercer su carrera en orquestas locales hasta ser “descubierto” por el puertorriqueño Kako Bastar, timbalero y director de un trabuco que había acompañado a Ismael Rivera y Héctor Lavoe en sus inicios, quien le lleva Nueva York. Era el momento preciso. En 1968 empezaba a florecer el fenómeno salsero en la Gran Manzana. Meñique fue pieza clave en su desarrollo. Su diminuta figura, elegancia al vestir, timbre de voz y grandes dotes para el soneo pronto llamaron la atención de directores de orquestas como Tito Puente que le atrajo a su big band.
Con el rey del timbal estuvo alrededor de seis años, en los que grabó, entre otros álbumes, Pa’ lante, Long live the king y Pa’ los rumberos, en el que se incluye el tema Niña y señora, que se convirtió en una especie de insignia que lo acompaña por doquier.
En medio de bailes, rumbones y todo el ambiente salsero neoyorquino, Meñique sobresalió participando, además de los arriba mencionados, con personalidades del son y la salsa, tales como Arsenio Rodríguez, el Conjunto Chaney de Puerto Rico, la orquesta Cubavana del timbalero Papo Colón, la Orquesta Tropical de Chicago, la Tico Alegre All Star, Santos Colón, Orquesta de Larry Harlow, el proyecto Noche caliente de Cotique Records, Pleneros de la 21… hasta formar su propia orquesta con Archie Pereira, con quien produjo el clásico Meñique en blanco y negro.
Pero su palmarés no termina ahí, con 30 producciones discográficas en la que su voz es la voz líder, se le adjuntan participaciones como corista en estudio de muchos proyectos y cantantes: El Sexteto de Joe Cuba, Tito Rodríguez, Celia Cruz, La Lupe, Soraida, La Protesta de Tony Pavón, Tito Allen, Ray Barreto... En esas participaciones corales ha estado acompañado por cantantes de la talla de Héctor Lavoe, Vitín Avilés, Adalberto Santiago, Justo Betancourt, Santos Colon y Yayo El Indio.
No es difícil darse cuenta del enorme valor que este personaje tiene en la salsa. La fuerza y energía que a su edad muestra en el escenario son proverbiales. El hombre tiene “combustible” para seguir bregando y lo notamos el sábado en La Maraka. Hizo hora y media de salsa brava, en la que recreó, acompañado por la orquesta mexicana La Revelación, que considera a la altura de las mejores del mundo, sus grandes éxitos: Con salsa y sabor, La cuesta de la fama… y la inevitable Niña y señora.
En la charla que sostuvimos en el camerino nos presumió sus trabajos más recientes: Meñique Sonero añejo (2003) y Meñique con salsa y sabor (2007).
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